Y cuando Ana vuelve, todo se vuelve a romper.
Yo... Me vuelvo a romper.
Parece que todo está superado y de repente aparece, te miras al espejo y ya no te ves igual que siempre.
Sabes que siempre tienes ese puto pensamiento en la cabeza que te repite lo insuficiente que eres.
No puedes sentarte en la mesa y ver la comida, te repugna. Te da asco, te das asco.
Vas por los pasillos del instituto con la cabeza gacha como de costumbre y piensas que todas las risas de tu alrededor, van hacia a ti.
Siempre llevas exactamente las mismas pulseras en la muñeca izquierda y dices que es por un gato, el gato imaginario, será... Porque ni tienes.
Ana volvió y con ella todos los miedos.
Miedo a la imperfección, miedo a ser insuficiente, miedo a vivir, miedo de ti misma.
Porque tu misma eres tu enemiga.
Sabes que es lo que más te hace daño.
Donde atacarte.
Donde herirte.
Y Ana se calma, nunca se va pero se calma.
Y pese a seguir teniendo esos pensamientos siempre... Puedes controlarlos.
Eres fuerte y puedes con ellos.
Ana nunca se irá, siempre vivirá en ti. Es como que tu mente está partida en dos y una la dominas tú y otra la domina Ana.
Tienes que poder con Ana. Luchar contra ella y vencerla.
Debo vencer a Ana.
Pero a veces me siento tan débil, tan vacía... que ni puedo.