Esta vez te escribo con otro peso más sobre mis hombros. Como si no fuera poco el de tu corazón. Y eso que yo no soy tan fuerte como para cargar a las espaldas los corazones grandes. Pero eras tú, ¿y qué excepción no sería capaz de hacer por ti? ¿Eh? Dime.
Hoy te escribo sin saber si quiera si lo vas a leer, cuando antes ya me encargaba yo de que no se borrara el nombre del remitente en el sobre de mi carta.
Siempre pensé que al menos el tiempo estaría a mi favor y ahora resulta que es mi peor enemigo. Después de mi misma, claro. Y mejor no hablar de la distancia.
Todo ha sido tan rápido que no me lo creo y me pellizco para ver si esto de verdad ha sido una jodida pesadilla de una noche que se ha alargado más de la cuenta y ha durado unos pocos días más de lo debido.
Resulta que no y qué mierda ¿eh? Eso de despertarme y pensar que te pierdo, que te vas y que no habrá último beso porque lo último fue un 'Coge conmigo el tren y vente a Torre, por favor.' Ni adiós, ni pollas, sino un vente conmigo.
Te prometo que intenté ponerme en la situación de un día despertar y no saber nada más de ti, en serio que te lo prometo y no sabes el nudo que se creó en este corazón dónde antes creaste un huracán. Supongo que ahora estamos en el ojo de este huracán y por eso la situación está como está; etapas.
¡Quiero que vuelvas a hacer tormentas en mi cabeza! Que se que odiaba que fueras tan complejo a veces y me costara entenderte y aunque pusiera empeño, tú te encerraras en tu caparazón, y sé que aún no me has dejado entrar. Justo cuando parecía que asomabas la cabeza, no sé, te asustaste, y todo a la mierda. Espero que algún día llegues a abrirme las puertas de par en par y me dejes entrar dentro de ti y ya de paso me quedo a vivir. Que el lado izquierdo de tu pecho debe de ser muy cómodo y prometo cuidarte muy bien el motor que te da vida. Que si te quedas sin vida, me quedo sin ti, sin mi y nos perdemos y menudo caos, ¿no crees? Yo que me pierdo sino me dejas ver por el mapa del desierto de tus ojos, pero vamos que si me pierdo y me encuentro justo entre el lóbulo de tu oreja y la clavícula, pues tampoco me importa mucho.
No sé si creías que me iba a olvidar de este día, pero cómo olvidarlo sino para de pensar en ti, en mi y en nosotros y en todo y en nada y cuántas y.
Te quiero.
Igual que antes.
¡Qué digo!
Incluso más que antes,
mucho más.
Tanto
que quiero que vuelvas,
para poder demostrartelo...
...otra vez más.