9.5.13

Kiss me hard before you go.

Todos tenemos nuestro lugar en el mundo. Pero puedes tardar toda una vida en encontrarlo, o no. Vuelvo a estar por esa cala casi desierta escondida tras unas rocas. Un paisaje sacado de un cuadro en el que te daban ganas de quedarte a vivir. Ese era mi lugar. Cuando quería perderme, allí iba. Y aunque parezca demasiado irónico, cuando quería encontrarme, empezaba a dar tumbos por Barcelona y curiosamente, siempre acababa allí. A veces, recordar duele pero es necesario. Así que, vamos a echar la vista atrás, aunque sea de reojo, a ese verano del 98.

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Cuando su perfume se mezclaba con el olor a mar y su mirada verde se confundía con el campo, se levantó de la dorada arena mientras el cielo ya oscurecía y se dejaban ver las primeras estrellas y la Luna empezó a asomarse para dejar huella con su reflejo en el mar. Se sentó a mi lado, encima de la toalla de rallas de la gama de rosas que me regaló mi hermana el año pasado. Yo seguía tumbada indiferente a él y a su sonrisa de idiota que embobaba hasta a la Luna. Se tumbó junto a mi mirando las estrellas que esta noche parecían vestirse de gala más brillantes que nunca como si de una ocasión especial se tratara. Yo seguía mirando el cielo cuando de repente le escuché susurrar algo.

"Do you believe in magic?..." - tarareó susurrando con la voz más dulce que muchos años después descubriría que sería la más bonita que jamás podría oír.
- Pues, sinceramente, no lo sé... - dije con poca importancia mientras seguía mirando el cielo. Se giró hacia mi sin saber a qué me refería.
+ ¿El qué no sabes? No sé a que viene eso... - me replicó.
- Pues lo que te digo, que no lo sé. Acabas de preguntar "Do you believe in magic?" y si no me falla mi inglés, has preguntado si creo en la magia.
+ Nina, es sólo una canción tonta...
- ¿Sabes?, yo siempre he relacionado la magia, con los deseos. Y no sé si creo o no.
+ ¿Por qué? Yo aún me acuerdo de cuando fuimos a ver a ese famoso mago que hizo un número asombroso y todos los que habían en aquella sala intentaban averiguar el truco y tu dijiste con tono firme y lo suficientemente elevado como para que todos lo oyeran que eso era magia, sólo magia... que no tenía truco. Que no se esforzaran, que la magia no tiene ni explicación ni sentido. Simplemente, está ahí fuera esperando que alguien crea en ella para dejarse ver y sobretodo, sentir; dejarse sentir. ¿Qué te ha pasado, mi querida Nina? ¿Por qué ya no crees ni en la magia ni en los deseos?
- Dejas de creer, cuando llevas demasiado tiempo pidiendo un deseo y nunca se cumple.
+ Tienes toda tu vida, Nina. Puede ser que ese deseo no se cumpla ahora, pero sí después, ¿no crees?
- Yo ya no creo en nada. Por no creer, no creo ni en mi misma.
+ Pero, Nina, es sólo un deseo. Puede que los demás se cumplan.
- Sólo tengo dos deseos. Uno es imposible y el otro deseo... demasiado difícil.
+ Bueno, ahora como ya no crees en ellos, no ye importará decírmelos  ¿no? - dijo arqueando una ceja siendo consciente de que metía el dedo en la herida.
- No. No me importa decirlo... El deseo imposible, es volar. Poder tocar las estrellas y dar paseos por la Luna. Elevarme hasta las nubes cuando me sintiera sola y sentir como el sonido del viento balancea mi pelo café intenso.
+ ¿Y el otro? Me pareció que dijiste que eran dos. 
- El otro es una tontería. - me sonrojé y empecé a temblar. La excusa que dije es que tenía frío aunque estábamos en pleno Agosto y de frío más bien poco. ¿Cómo le dices a alguien que tu deseo es él?
+ Ya, claro... Seguro que es una tontería sonrojándote de ese modo - ¡Jo! Yo y mis mofletes, ¿eh? Siempre me delatan...
-  Tú. - Dije con una gota de aliento y susurrando. Clavé mi mirada de nuevo en el cielo y él se incorporó.
+ ¿Yo? - preguntó mientras sus ojos se entraban perdidos en el horizonte donde el mar parecía tragarse poco a poco a la Luna. 
- Tú. - Dije ahora más firmemente aunque con la voz rota.
- Yo podría hacer realidad tus dos deseos, pero claro... ya no crees en ellos. Y sino crees en ellos, es imposible que se cumplan.

Yo al escuchar eso, se me disparó la sonrisa en automático. Mis ojos brillaban casi tanto como las estrellas. Nunca había sentido esa electricidad que tienen dos imanes de polos distintos pero que se atraen. ¿Y si estamos hechos para sólo poder vivir si el uno estaba al lado del otro?

+ Yo he dicho que no sabía si creía o no... Aún estoy a tiempo, ¿no? - si de algo me caracterizo es de siempre llegar tarde a todo pero, por una vez, tenía esperanzas. Yo sólo intentaba que él cumpliera mis deseos. 
- Tranquila, Nina, que te los iba a cumplir igual, ¿eh?

Entonces, él se acercó a mi, poco a poco hasta que se quedó a dos milímetros mirando fijamente mis ojos pardos. Cuando de repente, cuando apenas faltaba un suspiro para que nuestros labios se juntasen, se oyó un grito a lo lejano.

"¡Eeeeeeh!, ¡ven ya, que es tarde y mañana madrugas!"

Era su madre, que en ese momento se convirtió en la mujer más inoportuna del mundo.
Él se alejó un poco de mi rostro pero seguía mirándome a los ojos. Como si viera algo a través de ellos.

- Me tengo que ir - dijo. 
+ Te vas sin cumplir mis deseos... - repliqué.
- Mañana nos vemos, Nina. Y si te parece bien, podemos continuar por donde lo dejamos, ¿vale?
+ Vale. ¿Me lo prometes? - Yo nunca prometía ni hacía prometer. Porque para mi las promesas son muy importantes y sólo prometo o hago prometer cuando se trata de algo especial.
- Te lo prometo - dijo con su sonrisa que me volvía menos cuerda de lo habitual. Y se alejó hacía donde se encontraba su madre.

A la mañana siguiente, fui a la hora de siempre, en el lugar de siempre para encontrarme con él. Lo esperé más de dos horas junto a la roca grande de la cala pero no apareció y decidí ir a nuestro escondite, que éramos los únicos que lo conocíamos. Él no estaba pero en cambio sí que pude vislumbrar en el medio de la cueva, justo debajo de un haz de luz que entraba por una claraboya del techo, una botella de la Coca-Cola con un papel en su interior. Me acerqué hasta el centro y estuve un minuto discutiendo contra mi misma si debía abrirla o no, pero la curiosidad pudo conmigo. Abrí la botella, saqué el papel y susurrando leí lo siguiente.

" Nina, mi pequeña princesa Nina;

Lo siento.
He empezado mil veces esta carta que sé que será la más difícil que jamás escribiré. No sabía como empezarla y creo que con un "lo siento", estaría bien. 
Repito, lo siento. Siento haber roto nuestra promesa. Siento no haberte cumplido tus dos deseos. Nina, no creas que me he ido por gusto y que no he aparecido hoy porque no he querido... Si piensas así, te equivocas. Quería despedirme de ti en persona pero no me han dejado. Me he ido de la ciudad. Por favor, no llores. Mi madre me lo dijo ayer por la noche y nos fuimos de madrugada. No me dejaba ir a buscarte y contártelo, pero no me podía ir sin despedirme, así que aunque sea de esta forma, creo que lo merecías saber. 
Quiero que sepas que te echaré de menos. Que aunque no me atreviera a decirte lo que siento por ti, no significa que no lo sintiera porque... Nina, yo te amaba. Te amaba, te amo y te amaré. Mis padres me han dicho que nunca jamás volveremos a este lugar, me han dicho que pase página, te olvide y siga adelante. Pero no puedo. No puedo olvidar a mi Nina. Así que volveré. No sé cuándo y sé que no será pronto. No te pido que me esperes ya que no sé si estás enamorada de mi pero, si es así, espérame, por favor. Si estamos hechos para estar el uno con el otro, el destino nos volverá a unir,  Nina. De eso estoy seguro. Hazme un favor; no llores... que si borramos esa sonrisa que nos da luz, nos quedaremos a oscuras. Te echaré de menos, mi Nina. Te echaré mucho de menos. Te quiero.

Hasta pronto."


La curiosidad mató al gato... y de igual forma me mató a mi. 
Y todos rotos. Yo, él y nuestra promesa.
¿Cómo puede pedir que no llore? Es imposible. Le esperaré. Por mucho tiempo que pase, lo haré.


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Esta entrada está dedicada especialmente a mi princesa Tana. Cuando encuentras a una persona tan especial como ella lo es para mi, se merece las mejores historias para irse a dormir.

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